miércoles, 28 de enero de 2009

QUERIDO PADRE; SUFRIDO TIO…

Si tú me llenas con tus palabras padre, yo seguro la escucharé y trataré de entenderlas.
Si tú me iluminas con tu luz, yo me sentiré precioso. Pero no puedo evitar escuchar a mi tío. Sus palabras son tentadoras; me atraen y excitan. Me muestran un mundo mágico, ideal, glorioso…
Su fuego también sabe iluminarme; y aunque me has dicho que si con fuego juego, probablemente me queme, no puedo apartarme de aquello que me cautiva.
Algún día me dirás el porque de ese odio mutuo entre ustedes dos. Porqué tus hijos con sus hijos nos peleamos. ¡Somos primos, padre!
Me has dicho que la única salida es el amor. “Él lo puede todo”, sueles decir…
Pero el tío mantiene que solo el egoísmo puede conducir al conformismo propio. Solo el individualismo puede traernos la felicidad.
Querido padre: el tío me ha dicho que tú no me quieres y que me has abandonado. Dice también que si yo lo deseo él puede ser mi nuevo padre ahora.
No se cuando de verdad tengan sus palabras y cuanto de mentira, pero igualmente sus leyes no me agradan, no me dominan.
Varias veces a ti te he buscado y no te he encontrado. Pienso entonces que te fuiste, pero recuerdo en aquel momento que no soy hijo único, y todos mis venditos hermanos necesitan también de tu apoyo. Incluso los primos que a ti desean acercarse, son atendidos por tu misericordia.
Gracias padre… Gracias. Yo no te abandonaré. Puedo equivocarme e incluso hasta estúpidamente desafiarte, pero si de algún modo me acerco a esas llamas que pueden lastimarme, muéstrame tu luz. Esa luz que yo deseo.
En cuanto a ti sufrido tío, te amo pero no te perezco, ni jamás lo haré. Soy hijo de mi padre.
Quémate tú en tus frágiles llamas y quema a todos los débiles que se te entreguen…
A mí me aguarda la gloria; la eterna y maravilloso gloria…

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